Felix Finkbeiner, Plant For The Planet y las multinacionales chocolateras


Felix Finkbeiner
Otro de los personajes en la lucha contra el cambio climatico es Felix Finkbeiner, ambientalista alemán, fundador de la organización Plant for the Planet e hijo de Frithjof Finkbeiner, uno de los miembros del Club de Roma, cuya misión es imponer la ideología maltusiana antinatalista en el mundo.

Uno de los principales promotores de esta organización es el Príncipe Alberto de Mónaco, quien también es dueño parcial de La Société des Bains de Mer (SBM), entidad propietaria de varios casinos, hoteles, operas, teatros, restaurantes, bares, clubes nocturnos, spas, clubes marítimos y clubes de golf por todo Mónaco, además de los bienes inmuebles de la propia familia Grimaldi (casas de lujo, palacios y castillos).

Logo de la organización
Plant For The Planet
A este muchacho le gusta jugar a salvar el mundo y para ello recauda millones de euros enseñando a los niños a plantar arbolitos.

Uno de los lugares en los que más ha centrado sus actividades a sido la Península del Yucatán, alcazando la cifra de 3 millones de árboles replantados y recuperando 22.500 hectáreas de selva desde el inicio de la campaña en 2015. Pero salvar el mundo no es un juego de niños. Y mientras él planta arbolitos las inmobiliarias y las empresas de explotaciones agrícolas como el cacao devastan la zona año tras año. Las cifras oficiales calculan la pérdida de alrededor de 20.000 hectáreas anuales, sumando ya una deforestación del 40% en la zona.

¿Y qué hace él mientras tanto? Pues lo que le han ordenado: seguir plantando arbolitos, vender camisetas y libros de concienciación.

Además tienen la cara dura de financiar parte de las actividades de su organización con la venta de chocolate, uno de los productos cuya elaboración es una de las principales causas de deforestación en el mundo, ya que el cacao requiere de grandes extensiones de terreno para su monocultivo.
Logo de Coop

La fabricación de estos chocolates corre a cuenta de Chocolates Halba, una de las 1.917 empresas filiales de Coop, la segunda empresa de distribución de alimentos más importante de Suiza.


Aunque ellos digan que su producto es “ecofriendly“ y “certificado por la UTC“, hasta ahora no se conoce ninguna manera ecológicamente sostenible de mantener el mercado internacional de cacao que no implique el abandono de los cultivos extensivos. Lo único que exige la UTC con respecto al medioambiente es que se declare el uso de “semillas transgénicas“ y que se abandone el empleo de los “fertilizantes que ellos consideran inadecuados“. Esto alude a la imposición de un nuevo modelo agrícola, pero no es una solución medioambiental en sí misma, ya que la principal clave del problema se mantiene: el monocultivo extensivo.

Su simbología les encanta. No lo pueden evitar.
De nuevo, más y más alusiones al Ojo panóptico.
¿Y esto? ¿Qué diablos es esto? Pues una
simbiosis perfecta entre la "Estrella de 6
puntas
" o "Estrella de David" y la
"Estrella de 5 puntas" o "Pentagrama".
Todo ello en el centro de lo que sería nuestro
mundo. Más claro agua...

Muchos de los proyectos de Plant For The Planet ni siquiera son de reforestación, sino de aforestación, lo que implica plantar bosques donde antes no los había. Además, ambos modelos suelen incluir especies no nativas -a veces potencialmente invasoras que acaban dañando si cabe aún más el equlibrio medioambiental, afectando al nicho ecológico de otras especies de fauna y flora en la zona, extinguiéndolas o desplazándolas.

La conexión simbiótica entre especies es mucho más compleja de lo que creemos. Y querer solucionarlo todo con la simple política de reducir las emisiones de CO2 refleja una estrechez de miras que solo puede ser consecuencia de una ideología antropocéntrica y egoísta con respecto a la naturaleza que está condenada al fracaso, nuestro fracaso. “Como es bueno para nosotros, es bueno para todo“. Sencillamente, no. Un simple análisis de lo que sucede en estas zonas acaba desvelando sus estrategias y auténticos propósitos comerciales. Las madereras entran a la zona, talan y se llevan la madera, y luego las empresas chocolateras aprovechan estas zonas perfectamente acondicionadas para cultivar cacao bajo la perfecta excusa de que los cacaotales ayudan a frenar el efecto invernadero, además de generar “riqueza local“ y promover el “comercio justo“. Esta alianza estratégica resulta increiblemente beneficiosa para ambos sectores. 

Pero, ¿qué les mueve a invertir en latinoamérica a estas alturas? ¿Acaso no es África el líder mundial en el mercado del cacao?

Pues bien. Aunque África es ciertamente el mayor productor y exportador de cacao -especialmente Costa de Marfil y Ghana-, el modelo productivo que se da allí es muy poco rentable, ya que, a causa de su geografía, predominan los cultivos familiares, en contraposición a los cultivos extensivos que se dan en las selvas americanas. Observando esto, parece muy probable que estas corporaciones estén pensando en trasladar sus infraestructuras a América en búsqueda de mayores márgenes gananciales, al igual que están haciendo en otras zonas selváticas del sudeste asiático como Malasia e Indonesia.

Gráfica sobre la producción anual de cacao en el mundo, 2014-2015.
De hecho, la situación en estos países africanos se ha vuelto tan insostenible que los productores ya se están negando a vender a los precios fijados por el mercado. Aunque estas empresas evitan este tipo de coacciones mediante estrategias de contra-chataje aún más viles y rastreras como promover guerras locales, negarse a comprar y trasladar sus infraestructuras a otra partes del mundo para sumir a la población en la necesidad y mantenerla en completa dependencia de sus administraciones.

Queda claro así que estas corporaciones necesitan a este tipo de organizaciones “sin ánimo de lucro“ para que les allanen el terreno y hagan de chivo expiatorio en la zonas explotadas para así poder mantener sus intereses comerciales y sortear las malas críticas. Y esta es la verdadera función de entidades como Plant For The Planet. Pura propaganda para alimentar el sentimiento de culpa de la gente y convencerla de que algo va a cambiar para que depositen en manos ajenas su confianza y propia responsabilidad en forma de donaciones y voluntariado inútiles e innecesarios.

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