Los
colores violeta, púrpura y morado, aunque son colores diferentes, contienen una misma simbología esencial.
Según
la óptica, el color violeta corresponde a la frecuencia más alta de
luz discernible por el ojo humano. Aunque en principio los antiguos
no tenían ningún conocimiento teórico sobre la luz y la óptica, ya
atribuían a este color ciertas cualidades relacionadas con lo
extrasensorial. ¿Casualidad?
Fue el color elegido por la aristocracia para sus vestimentas en varias civilizaciones antiguas de todo el mundo (China,
Japón, Babilonia, Roma, Egipto, etc), lo que le otorga una gran carga simbólica ligada al poder social establecido y a su perpetuación. De hecho, el
dios romano Júpiter se identificaba con el color púrpura, así como
el egipcio Osiris. Júpiter es el Dios del Cielo, Padre de la Luz, y quien imparte la justicia y otorga el derecho y las leyes.
Según la leyenda greco-romana, fue Helena de Troya la primera mujer, y humano en general, que vistió una prenda púrpura cuando un día paseando por la playa su perro mordisqueó un caracol marino y se tiñó el hocico de dicho color. A ella le agradó tanto que hizo que le tiñeran un vestido con este colorante.
Curiosamente, la palabra violencia y violeta tiene una gran relación fonética, y esta es aún mayor en italiano. En dicho idioma, violeta se dice viola. Aunque los etimólogos no estén de acuerdo y concluyan que derivan de raíces diferentes, un estudio profundo de la simbología deja de manifiesto la enorme relación que guardan: el violeta simboliza el color del poder mientras que violar es la acción de ejercer dicho poder sobre alguien.
El 8 de Marzo, Día Internacional de
la Mujer, coincide con las fechas de Cuaresma y Carnaval, ambas fiestas conmemoradas
a Saturno (saturnales), dios romano de la agricultura y padre de Júpiter. Saturno equivale al dios griego del tiempo Cronos, quien devoraba a sus hijos.
El catolicismo usa el color púrpura de una forma tergiversada, eufemística e irónica para representar la humildad y la penitencia de Cristo, cuando precisamente estos son valores de los que la Iglesia Católica carece, por lo que concluimos que se trata de un ritual para hacer gala de su vanidad disimuladamente.
Aunque no sea estrictamente morado, no podemos olvidarnos del vino, bebida
espirituosa y lujosa, símbolo dionisíaco por excelencia. Para los romanos este dios era Baco, hijo de Júpiter, y era una deidad que también simbolizaba la vegetación y el éxtasis. Para el cristianismo es un símbolo de comunión, consagración o transmutación.
El color morado también se relaciona con el mundo mágico, lo psíquico y lo mental, la metamorfosis o la transmutación, además de todo lo relacionado con los alucinógenos y la toxicidad. Es por esto que suele ser un color muy recurrente a la hora de ilustrar personajes como magos o brujas. Esto lo saben muy bien industrias audiovisuales como Disney y Pokemon Nintendo, entre otras.
Según diseñadores
de moda y decoradores de interiores, usados comedidamente y/o
complementados con otros, estos colores provocan bienestar y
serenidad. Pero usados de forma exclusiva y exagerada pueden provocar
todo lo contrario: sentimientos nostálgicos, a veces neuróticos,
confusión, tristeza, depresión, soledad e inseguridad.
Para la filosofía
oriental del Feng-Shui, el morado también simboliza riqueza material, abundancia.
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